Ya no lo pueden ocultar. Y ellos saben que nosotros lo sabemos, pero a pesar de todo, continúan con sus rituales negros para instaurar en este mundo el mal por completo. Siempre utilizan grandes eventos para introducir sus códigos, sus símbolos o manifestaciones malignas que les caracterizan. Aquellos que aún tenemos memoria y no vivimos ajenos al avance del mal, recordamos como también han utilizado las inauguraciones de varios juegos olímpicos, no sólo para mostrar su respeto al maligno, sino para profetizar eventos como el covid19. O cierto logros arquitectónicos como el túnel de Suiza con una inauguración repulsiva por su connotación oscura. Y en el caso que nos ocupa, Eurovisión a sido la nueva víctima de sus rituales públicos en honor a Lucifer.
El mundo del entretenimiento moderno ha sido catalogado como una “religión ocultista” que capta seguidores de todas las edades, quienes se sienten atraídos por las celebridades y eventos masivos llenos de energía vibracional, usados para inculcar su simbología y mensajes esotéricos. Entre estos eventos destaca el Festival de la Canción de Europa, conocido como Eurovisión, donde la representación de Irlanda, Bambi Tuck, ha protagonizado un controvertido espectáculo ritualista.
En su presentación, la cantante irlandesa, quien ha ganado popularidad en Europa, incorpora elementos que evocan la simbología esotérica. Se denomina a sí misma parte de un nuevo género musical llamado “POP”, un acrónimo que también podría interpretarse como el instrumento usado en el ocultismo para invocar a seres de otros planos.
Su actuación en Eurovisión fue una mezcla de simbolismo oculto evidente. Se presenta dentro de un pentáculo, utilizado en el esoterismo como talismán de invocación, rodeada de velas ceremoniales que crean una atmósfera ritualística aplaudida por miles de asistentes. Su vestimenta, inspirada en Baphomet, el dios ocultista, y su rostro marcado con simbología celta refuerzan esta estética.
La canción interpretada por Tuck, Dunstan Blood, que puede traducirse como “tristeza apocalíptica”, narra el deseo de llevar desgracias a una persona mientras se ahoga en su propia tristeza. Durante la presentación, invoca a un ser de facciones oscuras con el que danza en una escena rodeada de efectos de fuego y rayos. Los gritos desgarradores complementan esta atmósfera ritualista que concluye con la frase “Y corona a la bruja”.
Con más de 4 millones de espectadores a través de plataformas digitales y millones más en medios televisivos europeos, el espectáculo ha sido aceptado y aplaudido, señalando el surgimiento de una nueva forma de pseudo-religión en la mente de los seguidores de este tipo de música y eventos. La normalización de esta simbología es evidente, y muchas personas ya llevan estos mensajes en su subconsciente, lo que impulsa a que rituales esotéricos sean cada vez más aceptados.
El poder detrás de estos rituales es aprovechado por las élites para manipular las mentes de sus seguidores. La fascinación humana por lo desconocido ha sido explotada para dominar sus pensamientos. Los rituales seguirán presentándose con más frecuencia hasta que sean vistos como algo normal, reforzando las agendas ocultas del poder que maneja el mundo del entretenimiento.
El Festival de Eurovisión ha evidenciado la creciente influencia de rituales ocultistas en la música moderna, y Bambi Tuck es un ejemplo claro de cómo esta simbología se ha normalizado. La línea entre el entretenimiento y la manipulación se desdibuja cada vez más, mostrando una agenda detrás de la que pocos parecen cuestionar.
Texto: CANAL 5TV y NUR PARA TODOS.
Imágenes: CANAL 5TV